EL PROBLEMA
Hasta 2014, en Chile era común escuchar críticas del tipo “el mercado de aguas es desconocido”, “es poco transparente”, “no funciona”, “tiene muy pocas transacciones”, “nadie vende, todos especulan”, entre otras.
No existía un vínculo entre la re-asignación de los derechos de agua y proyectos que apuntaran a la sustentabilidad.